Que bien se queda uno cuando salda una cuenta pendiente... vamos a situarnos. Eran finales de los 90, por aquel entonces no podía ni soñar con tener más de una consola por generación, de modo que a la hora de saltar de los 16 a los 32/64 bits tuve que devanarme los seso pero bien, y es que entre las 3 opciones que habían, todas me parecían atractivas. Finalmente me decidí por una flamante Nintendo 64, máquina con la que pasaría los siguientes años en cuanto a materia de videojuegos se refiere, no sin ser consciente de que me iba a perder grandes joyas de Saturn y PlayStation. Una de las sagas que estaban más en boga aquellos días era Final Fantasy, que con sus tres títulos para la primera consola de Sony, irrumpía en el mercado europeo con fuerza. En Nintendo 64 no había nada que de calidad contrastada que se le pareciera, y realmente no pude disfrutar de ningún juego del género que valiera la pena hasta que di el salto a Dreamcast, pero por H o por B siempre me quedé con las ganas de meterles mano, sobre todo al IX, que por algún motivo me cautivó por su diseño. Pues bien, 20 años después, gracias al GamePass, le he puesto solución al asunto.